jueves, 30 de enero de 2014

Ordinario, ria.*
(Del lat. ordinarĭus).

1. adj. Común, regular y que sucede habitualmente.
2. adj. plebeyo (‖ que no es noble).
3. adj. Bajo, basto, vulgar y de poca estimación. 
4. adj. Que no tiene grado o distinción en su línea.

*Diccionario de la Real Academia española.


   Los ordinarios

Los ordinarios despiertan sobresaltados, angustiados, corren sin mirar la mañana, saturados de cafeína que sabe mejor en termos caros.
Los ordinarios hacen cosas ordinarias porque es lo que están  dispuestos a hacer, no mas, no menos, solo lo necesario para recibir un sueldo, ordinario.
Caminan a veces sin rumbo, contagiando su ánimo, su paso , sus comentarios, sus bromas que desteñidas de tanto repetirse se convierten en su única platica, perenne, incansable, que los demás aprenden de memoria.
Compran, tienen, hacen cosas inspiradas en la imitación, y cuando un extraordinario cruza delante de ellos, murmuran en su lenguaje y en su voz, siempre tan bajita, para que lo escuchen sólo los ordinarios de su confianza y regocijan juntos, vanagloriándose de no saber nada.
Su piel pálida no sale a pasear, ni a la ventana ni a los parques, la mantienen fría, intacta, llena de ausencias y de recuerdos que aman como lo mas preciado, porque representa en su vida ordinaria, lo mas extraordinario.
Un ordinario se enamora de otro igual, y le enseñan a sus hijos a no volar, porque es peligroso, les enseñan que la rutina es lo mas seguro para todos, que si los demás hacen lo mismo, lo pueden hacer ellos también. Cortan alas a destajo, con tijeras, con las uñas, con sus dientes amarillos y  filosos, no dejan ni una sola pluma, ni un comentario.
Se alimentan de los sueños de los extraordinarios, comen, devoran las ideas novedosas, las pagan a cualquier precio, se arropan en las sombras, debajo de las mesas, recargados en los postes, sentados en las oficinas, esperando que algo extraordinario suceda, para atraparlo, amarrarlo y que alimente un poco, al menos durante unos días su ordinaria vida.
Despedazan cada dia, poco a poco , con su lengua y su desconfianza las acciones extraordinarias, envidian, corrompen, ensucian hasta la mas mínima demostración de los niveles superiores de creación: la flor.
Se enmascaran y se disfrazan, enamoran y engañan, rompen la ilusión de cada dia, y no saben dar besos sino es con condición, su amor es efímero porque no se puede en lo cotidiano mantener niveles extraordinarios a menos que se trate de el valiente y genuino amor, quizá por eso cada vez que el amor aparece lo mantienen hambriento, deseoso de caricias, encadenado sin razón.
Los ordinarios aspiran de lejos la vida por convicción, y ven pasar su vida como un cortejo, triste, llano y sin más destino que lo común.

Enamorarse de la mentira es tan fácil en lo ordinario, amar y permanecer en lo cotidiano es acción de hombres valientes, de hombres extraordinarios.
Los ordinarios lloran en silencio, enfurecen en el anonimato, no quieren enterarse que los he visto, ni que escribi esto, quieren permanecer como siempre, callados.


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