miércoles, 27 de mayo de 2015

Los hombres tibios

Los hombres tibios dejan enfriar los cafés en citas a ciegas,
dejan los besos prometidos colgados de los faroles en los parques,
tienen miedo de sentir placer, de sentir dolor, tienen miedo de vivir.
Los hombres tibios son eternos, viven sin prisas, sin pasión, no buscan encontrar.
Los hombres tibios no se despeinan al hacer el amor, y se levantan sin prisa a ordenar su ropa para irse luego.

Se peinan frente al espejo sintiendo que dejaron su vida en ese instante que los deja a ellos.
Hieren con sus silencios infinitos en las discusiones más intensas, cercan el cuello con sus frases apagadas, inaudibles  porque no saben exclamar furor.
No saben besar, tienen los labios secos de tanto anhelar.
Juntan tarjetas de la gente que conocen y no suelen llamar.
Jamás se embriagan ni pierden la razón, son señuelos de hombres que se confunden con los de verdadera pasión.
Hay que correr y huir porque ellos nunca gritaran abiertamente su amor, ni aceptarán que sienten, que vibran con el calor.

Son hombres que arrebatan ilusiones, que se detienen fríamente a observar, eligen flamas intensas para su tibia luz enmascarar.
Prometen cielos azules cubiertos de flores, piden permiso para volar.
Se esconden en medio de otras gentes, de pretextos y de actos de escapismo, maestros de la desaparición.


Voy alertando a otras flamas a que no se compartan ni se extingan en este pseudo amor, que tibio abraza, tibio pasa, que sin frio ni calor, quita tiempo, desgasta y deja sumido al corazón de nuevo, hundido en los fríos sótanos del desamor.


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