Los hombres tibios
Los hombres tibios dejan enfriar los cafés en citas a
ciegas,
dejan los besos prometidos colgados de los faroles en los
parques,
tienen miedo de sentir placer, de sentir dolor, tienen miedo
de vivir.
Los hombres tibios son eternos, viven sin prisas, sin
pasión, no buscan encontrar.
Los hombres tibios no se despeinan al hacer el amor, y se
levantan sin prisa a ordenar su ropa para irse luego.
Se peinan frente al espejo sintiendo que dejaron su vida en
ese instante que los deja a ellos.
Hieren con sus silencios infinitos en las discusiones más
intensas, cercan el cuello con sus frases apagadas, inaudibles porque no saben exclamar furor.
No saben besar, tienen los labios secos de tanto anhelar.
Juntan tarjetas de la gente que conocen y no suelen llamar.
Jamás se embriagan ni pierden la razón, son señuelos de
hombres que se confunden con los de verdadera pasión.
Hay que correr y huir porque ellos nunca gritaran
abiertamente su amor, ni aceptarán que sienten, que vibran con el calor.
Son hombres que arrebatan ilusiones, que se detienen fríamente
a observar, eligen flamas intensas para su tibia luz enmascarar.
Prometen cielos azules cubiertos de flores, piden permiso
para volar.
Se esconden en medio de otras gentes, de pretextos y de actos
de escapismo, maestros de la desaparición.
Voy alertando a otras flamas a que no se compartan ni se
extingan en este pseudo amor, que tibio abraza, tibio pasa, que sin frio ni
calor, quita tiempo, desgasta y deja sumido al corazón de nuevo, hundido en los
fríos sótanos del desamor.