Senil
¿Qué era eso que tanto miedo me daba de niña y ahora ni me
acuerdo?
¿Cómo se llamaba aquél muchacho tan guapo y tan mentiroso
que llenaba mis tardes de pláticas que yo creía completamente, sólo por ver sus
ojos?
¿Dónde estaba ese restaurante que cocinaba la sopa de
verduras con una capa de pasta de hojaldre al horno y que sabía a gloria
verdadera los días lluviosos?
Todo se perdió en medio de preocupaciones, del trabajo, de
la angustia por vivir, sin saber que ya estaba viviendo.
Se diluyó cuando me negué a vivir porque pensé que sólo
podía sentirme viva a través de tus risas.
Todo cambió cuando el dolor de la soledad lleno todo y la
duda se acomodó en mi cocina.
Y lo más irónico es que no vienen a mí los recuerdos que me
han formado, los que son parte de mi existencia y como ladrillos, han
construido este edificio donde vivo.
Cada año guardaba un sueño para empezar el año, hasta que
creí tener suficientes sueños y no decrete ninguno.
Entonces vino la sequía y el polvo lo cubrió todo.
Luego, otra estación y si alcancé o no mis sueños, tampoco
lo recuerdo, me entretuvo la novedad del éxito en lo profesional, que difícilmente
se acompaña del éxito en todo lo demás.
87 años pasan rápido cuando una se entretiene buscando…pasan
muy lentos cuándo no se sabe qué se está buscando.
Nunca deje de extrañar esas mañanas donde era absurdamente
feliz y me sentía culpable.
Ahora, ya ha pasado todo y me quedan fotos, discos,
destellos de mi vida, y parece que no me fue tan mal en la vida, porque estoy
en un lugar hermoso, sin frio, sin dolor.
No sé si fui hermosa o fea, nunca me importó porque lo que
me importaba era el amor de uno solo, y para él fui regular.
¡Qué tiempos aquellos! En justicia, no lamento el pasado, ni me importa el futuro,
me importa que ahorita siento nostalgia por algo nebuloso, nostalgia porque
tengo el vago presentimiento de que a pesar mío, si, en mi vida fui feliz.
¿Qué era mi vida cuando tenía memoria?
No me acuerdo.